Las casas viejas siempre tienen algo más para ofrecer, una antiguedad como novedad: una cabecera ornamentada en una cama muy vieja, una ventana de alguna madera trabajada hace ya demasiado tiempo, un objeto bien guardado en algún armario. En esta obra, una caja solitaria y polvorienta en un rincón de un altillo marca el principio de la hisotria que nos convoca.